domingo, 28 de agosto de 2011

La muerte en la cultura aborigen. MOGÁN

Agentes de la Guardia Civil en la cueva de Tauro. Foto (G. Rapetti)
NOTICIAS
El yacimiento de Tauro reabre la investigación sobre las costumbres funerarias de los aborígenes de Gran Canaria.

El hombre no se ha conformado nunca con una existencia finita. Es muy duro para él morir y desaparecer definitivamente. Si no es en un lugar mítico, se perpetuará en otro cuerpo a través de la reencarnación. Hay limbo, purgatorio, cielo, infierno, Valhalla, Olimpo... No se iban a sustraer a esta regla las sociedades aborígenes canarias, que, incluso, acostumbraban a convivir con sus cementerios de manera natural. La cultura funeraria es un filón inagotable para conocer a una sociedad y por eso cualquier avance en su conocimiento es celebrado por la comunidad científica. Cuando el pasado 14 de agosto se produjo el hallazgo casual de un enterramiento en Tauro, se abrió una nueva página en el camino de la reconstrucción a cuentagotas de las costumbres de los primeros isleños en la Isla.

En lo que se refiere a la manipulación de cadáveres, los arqueólogos e historiadores han contado con dos fuentes de información. Por un lado, las escritas, coetáneas a la Conquista y que describen de forma muy sucinta cómo es la preparación de los cuerpos para la práctica funeraria. "Lo que pasa es que a ellos lo que les interesa son los aspectos más llamativos, como es el de la momificación, el acondicionamiento del cadáver para las momias o mirlados", señala Javier Velasco, arqueólogo y técnico del Cabildo de Gran Canaria. "Por otro lado, están las referencias del estudio de momias, pero se trata de pocos individuos, que, posiblemente, tuvieron un tratamiento preferente a la hora de amortajar el cadáver, es decir, mayor inversión de esfuerzo y recursos", añade.

Tauro

Por eso es tan importante el yacimiento de la cueva de Tauro. En los últimos cinco años, los científicos han avanzado enormemente en el conocimiento de la práctica funeraria en Gran Canaria. Se ha comprobado cómo se amortajaba a los cadáveres, aunque no por la mortaja, sino por las huellas que deja en los huesos. "Este hallazgo vendría a completar toda esta información. Por primera vez, desde hace 40 o 50 años, podremos documentar cómo se amortajaba un cuerpo, in situ. Nunca lo hemos conseguido, no hay constancia de ello. Sí sabemos que hay restos en el Museo Canario de mortajas, hay cuevas que las tienen, pero no se había podido documentar, con las técnicas actuales, cómo lo hacían, cuál era el procedimiento", revela el experto. "Sabemos que los envolvían, pero no si los amarraban por dentro o por fuera, con qué tipo de producto, etc. Se ha pensado que las mortajas vegetales se hacían en el momento para cada cadáver". En Mogán, por las condiciones de escasa humedad, esos restos vegetales se han conservado asociados a los huesos y, por eso, constituyen una oportunidad de oro.

Lo que sí está claro es que el procedimiento estaba muy pautado. Por ejemplo, había personas encargadas de la dolorosa tarea final. "Esa estandarización, esa norma de amortajar el cadáver, nos viene a confirmar que había amortajadores, hombres para los hombres y mujeres para las mujeres, lo que demuestra que las diferencias de género que existían en la sociedad también se traducen en el mundo de la muerte".

Javier Velasco está convencido de que "la muerte es una extensión más de la vida de estas poblaciones, los cementerios están asociados a los lugares donde viven, ya sea con continuidad física, en la que es difícil distinguir la frontera, o bien formando parte del territorio". Los muertos, por tanto, siguen formando parte de la comunidad con la categoría de antepasados. Eso les sirve, además, como elemento de fijación al territorio y de legitimación de la vinculación de esa población con un espacio concreto.

Pero si se ven las diferencias de género, también las hay sociales. "Ya desde las primeras fuentes de los siglos XV y XVI se dice que había entierros para nobles y para villanos. Existen diferencias, desde el tratamiento del cadáver, al lugar en el que es enterrado, que depende de la inversión del trabajo, de la monumentalidad del espacio o del lugar que ocupan dentro del cementerio", agrega el arqueólogo.

Esto se sabe porque en los cementerios con muchos individuos, como los de Maipez (Agaete), con 100 túmulos, o el de Maspalomas con 141 cadáveres, no hay uniformidad en los enterramientos. "Hay individuos que concentran en torno a sí otros individuos, seguramente porque había sido una persona relevante dentro de ese grupo social y en el mundo de la muerte se tratan de perpetuar esas diferencias".

Si el género y las diferencias sociales tienen su reflejo en el mundo de la muerte, la familia no es una excepción. En la actualidad, hay dos maneras de distinguir si un grupo es de familiares. Por un lado, la genética, que es la técnica ideal para comprobar los vínculos familiares. Pero también se están empezando a desarrollar unos métodos que atienden a los llamados marcadores discretos o nométricos, que tienen mucha relación con el origen genético del individuo. "Para explicarlo llanamente, son como manchas en la piel, pero en el hueso, que tiene mi padre y que tengo yo, pero otra familia no. Hay determinados caracteres, cuyo estudio y análisis estadístico nos permiten discernir que los que comparten un rasgo concreto tienen muchas probabilidades de ser familia". Gracias a estudios de este tipo, por ejemplo los que se han realizado en las necrópolis de El Agujero (Gáldar) y de Juan Primo (también en Gáldar) se sabe que hay espacios donde los ocupantes son miembros de un mismo clan. "No es extraño, porque la familia era un elemento esencial de estas sociedades, y es normal que esto también se refleje en sus ritos funerarios", aclara Velasco.

Cementerios

En cuanto a los cementerios, hay tres tipos. Cuevas, estructuras de superficie como los túmulos, o bien, fosas abiertas en la tierra, con mayor o menor acondicionamiento. Este último tipo, que hasta el momento era algo minoritario, se considera ahora el más habitual, lo que pasa es que han pasado desapercibidas porque, por la transformación del territorio, no hay ninguna huella en superficie que los identifique, "aunque, quizá, en su momento estuvieron indicados por algún hito".

Las necrópolis están concebidas, organizadas y estructuradas para durar en el tiempo. No se entierra a una persona donde muere, de cualquier manera. Los cementerios tienen un carácter colectivo y siguen usándose durante cientos de años. "El cementerio de Vegueta este año cumple 200 años, y hay necrópolis aborígenes que están funcionando durante 400, 500 y hasta 600 años. Hay un arraigo de esa población a sus muertos y a su territorio", señala el científico.

La cultura de la muerte de los canarios que habitaron la Isla antes de la llegada de los europeos encierra aún muchas incógnitas. Unas dudas que, quizá, despejen las microaspiradoras que desenterrarán los restos descubiertos en Tauro.
Cira Moronte Medina

jueves, 25 de agosto de 2011

18 en 16. Memorias de un cementerio. GÁLDAR



NOTICIAS
Documental producido por el Cabildo de Gran Canaria y dirigido por Francis Quintanta.

En 2007, en una explotación agrícola en el Lomo de Juan Primo en Gáldar, se encontraron 16 fosas con 18 cuerpos de más de 600 años de antigüedad. Los arqueólogos confirmaron la existencia de un cementerio.

El paisaje ha cambiado, pero sus restos aún pueden contarnos mucho de ellos. Su relación con la muerte nos descubre aspectos de su vida. Frente a nuestra sociedad, que ha convertido la muerte en un evento aséptico, lejano, los antiguos canarios tenían una estrecha relación con sus difuntos.

martes, 23 de agosto de 2011

Una quincena entre sachos. LAS PALMAS DE G.C.

Jóvenes del campo de trabajo del aula de la naturaleza del Guiniguada
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Recuperan senderos, promueven valores medioambientales y conocen Gran Canaria a fondo. Son quince jóvenes, de entre 19 y 30 años, llegados desde toda España para participar en el campo de trabajo medioambiental en la Fuente de Morales, en el barranco del Guiniguada.

No conocían Gran Canaria y mucho menos el paisaje y la biodiversidad que atesora. En quince días han aportado su granito de arena en la reconstrucción y acondicionamiento de viejos senderos y veredas de la Fuente de Morales, en el barranco Guiniguada, en lo que es para ellos sus vacaciones de verano. Son quince jóvenes, de entre 19 y 30 años, y veteranos de los campos de trabajo, que durante quince días compaginan el duro esfuerzo con el turismo más comprometido.

«Llevo viniendo a campos de trabajo desde que tenía diecisiete años y ya tengo 27, pero nunca había venido a uno en las Islas. Gran Canaria me ha sorprendido por el microclima y la biodiversidad que tiene», afirma el sevillano Rubén Domínguez.

La jornada para ellos en el campo de trabajo del Aula de la Naturaleza de la Fuente de Morales, arranca a las 08.30 horas de la mañana con un fuerte desayuno para afrontar una jornada de trabajo. Antes toca distribuir las labores del día. «Están divididos en seis grupos denominados con los nombres de varios espacios naturales de Canarias y van rotando en las actividades y tareas diarias», explica Ulises Ortíz, coordinador del campo.

Mientras unos miman el huerto ecológico con el que cuenta el aula, realizado en un campo de trabajo anterior, otros empiezan a acondicionar viejos caminos y senderos de la zona.

«Es una forma económica de hacer turismo, además de contribuir en la mejora de los espacios, en este caso naturales. Además hacemos amistades y disfrutamos de la experiencia. Llevo años viniendo a campos de trabajo», apunta Emilio Rosino, vecino del barrio madrileño de Leganes. De hecho, todos los elementos señaléticos y los caminos ya existentes en la Fuente de Morales son fruto de anteriores ediciones de los campos de trabajo. Además de conocer qué seres vivos habitan en la zona que están recuperando y cómo se formó la misma hace muchos milenios. «Lo que más me ha llamado la atención es la variedad del clima de la isla y el ritmo de vida y la forma de ser de los canarios. Me he sorprendido para bien. Viven en una isla envidiable y llena de encanto», añade Rosino.

Las mañanas están destinadas al trabajo físico más puro y a la confección de materiales para la difusión de valores medioambientales. Las tardes están repletas de talleres y excursiones para conocer la isla a fondo. «En la visita a las Canteras les explicamos cómo se formo la playa y la barra y que animales habitan en la playa. Es una forma de que conozcan la isla fuera del binomio turístico del sol y la playa», añade Ortíz.

Jacob, Magüi, Juanjo, David y Ulises, de la UTE Ambiental Canarias, que gestiona la empresa Limonium, se encargan de descubrirles la cara más apasionante de Gran Canaria.

Carlos S. Beltrán

domingo, 21 de agosto de 2011

Las escobas vivas de la tierra. GRAN CANARIA

Trashumancia en Gran Canaria
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Salieron clareando el día desde el pago galdense de Lomo del Palo y llegaron a Ayacata ya pasado el mediodía. Detrás quedaba una vez más escrita una página que se pierde en los albores del tiempo. La trashumancia, cuando el pastor busca en la Cumbre los pastos de verano, se ha hecho un año más. El calor no fue impedimento.

La comitiva de hombres y ovejas partió del Cortijo de Caideros y siguió la ruta marcada, atravesando La Montañeta, Lomo del Palo, Cuesta de los Pinos de Gáldar, Montaña del Capitán, Hoya la Vieja, Degollada de las Palomas, Cruz de Tejeda, Degollada de Becerra, Andén del Toro, donde nace el agua del Barranco de la Mina, Corral de los Juncos, muro de la presa de Los Hornos, Roque Nublo y Cañada de la Fuente, donde le fueron quitadas las enormes cencerras de viaje a los animales que momentos más tarde partirían en busca de los pastos y las hojas de almendreros secas, que son ración para estas auténticas escobas de la tierra, como las llaman sus pastores. Una vez solas, las ovejas buscarán el agua que tienen ya sabido se halla lomas arriba, en el Barranco de Meca y El Piquillo, en galerías propiedad del Cabildo de Gran Canaria. ‘Picaro’, el perro pastor, del que algunos dirían que parece un cristiano, vigila el momento de la subida, como ha hecho durante todo el trayecto, pero no partirá con ellas. Permanecerá con Cristóbal y su hermano Pedro Luis, en La Candelilla. subiendo a vigilar el rebaño de cuando en cuando, pero extremando la vigilancia los días de cacería, para evitar que alguno se le escape un perro.

Cristóbal y su hermano Pedro Luis no están solos en la trashumancia. Le acompañan en todo el trayecto hasta La Candelilla, pastores como José de la Cruz Mendoza, Pepe el de Pavón, cuyo rebaño de 400 cabezas ya está en las laderas del Bentayga, Lorenzo González, Justo Martel y José Velázquez, que se alternan en la montura del caballo y la yegua anglo árabes que abren la marcha, Antonio Díaz Medina, Bonifacio Moreno Moreno, Carmelo Quintana Guillén, Lorenzo Mendoza, Juan Mendoza y Manuel López Toro, que cerrarán el día con un gran banquete en la casa de piedra vista de La Candelilla donde los pastores vivirán hasta su regreso a la majada original.

El trayecto se realiza por caminos de herradura, donde se puede y por la carretera de asfalto. Los animales, animados por las enormes cencerras, que dicen los pastores las estimulan y por el caballo y la yegua, que los guían, marcan un buen paso, sobre todo en las horas donde el calor no ha hecho aún sentir sus rigores. En el muro de la presa de Los Hornos se produce la primera parada del rebaño. El cansancio, el sol que casi al mediodía ya aprieta y la cercanía del agua, las distraen y la cabecera intenta saltar a la presa. Hombres y perro se afanan en reanudar la marcha y pronto enfilan hacia las faldas del Roque Nublo y hacia la meta de Ayacata. Antes, en Degollada de Becerra, tanto los que vienen caminando con el ganado como los que van en los coches que llevan las viandas, saborean un desayuno a base de pan y queso.
Adolfo Santana